Movimiento perpetuo se escribió en 1972, y más
que una novela, es una compilación de reflexiones, pensamientos y relatos que
parecen estar conectados por una temática común invisible. Tiene una extensión
muy ajustada, pero sólo por la densidad de su contenido merece mucho más la
pena que infinidad de novelas de 500 páginas o más que tanto se venden en las
librerías últimamente. Y es que Monterroso hace del dicho «lo bueno, si breve…»
la principal virtud de su creación, de manera que la imposibilidad de seguir
leyendo cuando uno llega al final, implica una rápida segunda lectura, como si
fuera un libro de consulta.
Lo más destacable de esta obra es el tono con que
se cuenta todo, un tono que al fin y al cabo puede ser el hilo conductor del
conjunto, sin que el lector se dé verdaderamente cuenta de qué puede provocar
la unidad implícita de la obra. Movimiento perpetuo es una de las obras cumbre
de la ficción breve, y por ello injustamente cuasi-desconocida, a pesar de que
es y ha sido intenso objeto de estudio de cómo la prosa de corta extensión
puede calar tan hondo como lo consigue, y con extraordinaria solvencia, Augusto
Monterroso.
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